No sé si soy yo que ya no confío
o que al fin he aprendido a ser paciente,
a ser la llama que el ánimo aliente
luz encendida adentro del estío.
Éste cuerpo mío es mi navío
y tiene por capitana mi mente;
lo tripulan el sudor de mi frente
y ésta sangre que aún añora los ríos.
Servirá éste verso para el doliente
y aún con éste otro el indolente
sabrá su fuerza llenarse de brío.
Guardemos la memoria del olvido
cual ése destello fugaz y esquivo
en que fuimos felices, solamente.
R.