Ayer noche, en el célebre club Cronopios de Barcelona, se celebró una competición en la que se coronaba al peor poeta cómo campeón de la estética de la fealdad. Compuse, para la ocasión, uno de mis más malos y feos sonetos; espero que, igual que a los asistentes del evento, os haga sufrir un poco.
De nada.
Reconozco que en mi interior basculo:
muy poco hay que en realidad me importe;
no poseo ingenio ni un noble porte
y siempre me deslomo cómo un mulo.
Del amor no me trago ningún bulo;
muy poca gente siento que me aporte
la pasión que impulsa cómo un resorte
a mi sangre a salirse de su zulo.
Llegó la hora de ponerse chulo;
no quiero junto a mi a ningún consorte
ni a ninguna falaz dama de corte
que sólo piense en hacerse los rulos.
Jamás, ni por nadie, pierdo ya el norte
y, claro, mucho menos por tu culo.
Robestrébol.